Esta semana sacamos nuestro lado más comprometido y nos acercamos a la sede del Teléfono de la Esperanza, en la Avenida Cruz del Campo, allí diariamente voluntarios y personal especializado atienden llamadas de personas con problemas y que no saben afrontar sus situación por lo que necesitan ayuda. Nervión al día hemos estado con ellos para darle voz a su llamamiento: «estamos aquí, cuenten con nosotros».
Celia Castro es la Coordinadora General del Teléfono de la Esperanza en Sevilla, muy amablemente nos ha abierto las puertas del Teléfono de la Esperanza para poder enseñar a todos el trabajo que realizan que además de necesario y muy reclamado, tiene volcados a casi un centenar de voluntarios sólo en nuestra provincia. Un servicio que al año, sólo en Sevilla, pueden recibir unas 4.000 llamadas en la sede de Sevilla y en consulta presenciales unas 300 al año.
El Teléfono de la Esperanza surge por primera vez en Sevilla, concrétamente en Nervión, en 1971. Lo fundó Serafín Madrid, que en ese momento era una persona muy reconocida en Sevilla; un fraile de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que realizó labores filantrópicas de asistencia a enfermos y personas con problemas personales. Fue uno de los impulsores de la creación de ‘La Ciudad de los Niños’ en San Juan de Dios, un centro integral para los niños con discapacidad que en ese momento fue un avance por ser de las primeras organizaciones comprometidas con este colectivo. A raíz de este proyecto se dió cuenta de las carencias que tenía la sociedad de comunicación y asistencia a personas con problemas de todo tipo, por ello, y aprovechando el auge del teléfono, utilizó este medio: «Se dió cuenta que a través del teléfono era una buena manera de llegar a estas personas», apunta Celia.
«El objetivo del teléfono en un principio era llevar la ayuda a personas que estuviesen aisladas, eran intervenciones en momentos de crisis. Un equipo multidisciplinar de voluntarios al otro lado del teléfono para poder hablar de cualquier problema», explica Celia. Actualmente se lleva a cabo esta misma actividad durante las 24 horas del día, pero se le ha unido la formación de voluntariado de un año de duración, actividades en torno a la prevención de situaciones de crisis, cursos de diferentes disciplinas de autoayuda, autonomía efectiva, duelos o superación, consulta presencial con abogados y psicólogos para intervenciones en crisis,etc.
Por otro lado señala que «nuestras intervenciones tiene un fin, se dedican a orientar y encaminar a la persona a que salga de su problema y aunque no le damos la solución porque en muchos casos está fuera de nuestras posibilidades, el teléfono no es sólo un sitio a donde llames para desahogarte», explica Celia.
La coordinadora incide en la importancia de los cursos de formación ya que además de tener un contenido de calidad, especializado y que en pocos sitios se imparte, empieza por ‘solucionar’ o ‘estudiar la situación de la persona que va a ser el futuro voluntario, y luego en una segunda parte se enseña a actuar en situaciones de crisis «por ejemplo a saber cómo reaccionar cuando te llama una persona que acaba de intentar suicidarse, que no es lo más común, pero que ha pasado». Los voluntarios salen de esta organización con una formación completa y siendo profesionales en este ámbito, algo esencial para poder ayudar a los demás.
Esta asociación nos sirve de observatorio para medir cómo es la sociedad actual, Celia confiesa que tras su experiencia ve a la sociedad muy aislada, «somos personas individualistas que en la era de la comunicación, no nos comunicamos». Desgraciadamente, hay pocas personas que conozcan este servicio y por ello desde la organización hacen un llamamiento a la sociedad para que ayuden a difundir la actividad del Teléfono de la Esperanza:
Animamos a todo el que necesite ayuda o que sepa de alguien que la necesita a que contacte con nosotros, que nos tengan en mente y se acuerden que estamos aquí para lo que necesiten.
MÁS INFORMACIÓN
Teléfono: 902 50 00 02 – 954 57 68 00
Página de Facebook: Teléfono de la Esperanza
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Laura Liñán